domingo, 29 de agosto de 2010

[Chapter Nine] - Bulls in Brooklyn.

Las mujeres somos seres caprichosos. Nos gusta bañarnos con sales de aromaterapia, comer chocolate sin engordar, y que los hombres sepan lo que queremos sin nosotras decírselo.
Pero solo los hombres. Cuando una mujer sabe lo que estás pensando, es una arpía.

Las mujeres nos ponemos histéricas cuando se nos descoloca un mechón del peinado, cuando se nos rompen nuestros zapatos favoritos; o cuando vemos a otra tipa que va vestida igual. Somos capaces de hacer mil cosas a la vez, y aún tener fuerzas para quejarnos de lo que nos rodea. Nos compramos cincuenta mil bolsos, y siempre llevamos el mismo; y a la hora de dar explicaciones, encontramos una excusa perfecta para el desuso de los cuarentamil novecientos noventa y nueve restantes. Podemos pasarnos horas concentradas en detalles minúsculos, y después olvidar lo más grande del pastel; y podemos cambiar de humor en un microsegundo por culpa de un simple pico hormonal. Nos compramos ropa interior bonita aunque nadie nos la vaya a ver, simplemente por sentirnos más guapas. Decimos una cosa cuando en realidad queremos demostrar lo contrario; y si, siempre nos vamos a quejar de nuestro físico; y siempre vamos a vernos defectos donde nadie los ve (y a las demás, también).





Somos el nudo marinero de la evolución humana. Y aunque suene a tópico, la naturaleza nos dotó de una gran sensibilidad. Porque por muy despistada, caprichosa, ñoña, quejica y pesada que sea una mujer, siempre sabe lo que ocurre a su alrededor...

Y eso es esencial para saber cuándo hay que regalar un abrazo en el momento más oportuno. O cuándo hay que salir huyendo por patas...


 
 Quizá por eso los hombres nunca llegarán a comprendernos del todo...




 - "No les culpo."

1 comentario:

  1. seremos unas incomprendidas de por vida... Pero las mujeres no necesitamos ser comprendidas para que nos den amor, ¿no?

    :D

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